Resiliencia, ¿funciona?
Una de mis teorías favoritas en psicología es la teoría de la resiliencia, un concepto desarrollado en los años 90 por Boris Cyrulnik. Probablemente hayas oído hablar de este término, pero ¿sabes exactamente qué significa y de dónde viene?y la resiliencia ¿funciona?. En física, la resiliencia es la resistencia de los materiales a fuertes impactos, y en informática, es la capacidad de un sistema para funcionar a pesar de las anomalías. La resiliencia es la capacidad de un organismo para volver a su estado original después de un cambio. Usamos este término en psicología, porque la resiliencia designa la capacidad de una persona de renacer del trauma, de tomar nota del evento sin tener que vivir en depresión y de poder reconstruirse a sí mismo. Cuando descubrí este concepto, recuerdo lo feliz que estaba de encontrar una idea tan cercana a mi profunda creencia de que en cada uno de nosotros existe la capacidad de renacer de las cenizas. ¡Esto es lo que creo y lo que observo todos los días en mis pacientes! Pero la Resiliencia, ¿funciona?
Si para Freud cualquier evento traumático en la infancia haría vulnerable a una persona en la edad adulta y podría ser la causa de neurosis graves, para Cyrulnik es muy diferente.
El concepto de resiliencia destaca un grado de libertad en los humanos y significa que nunca estamos sujetos a eventos que nos debiliten y de ninguna manera determinados por nuestra historia pasada.
Todo el trabajo de una persona es buscar comprender lo que lo hará renacer y le permitirá otro desarrollo.
Resiliencia: un concepto revolucionario
La resiliencia es un concepto revolucionario porque sitúa a la persona en una perspectiva de movimiento, a pesar de su pasado. Y es innovador tanto a nivel del enfoque teórico profundamente humano que destaca, como a nivel de la naturaleza de las intervenciones psicoterapéuticas que resultarán de él. Porque lógicamente, un psicoterapeuta no ayudará de la misma manera a su paciente si lo inscribe en un enfoque reconstructivo vuelto hacia el futuro, que si lo inscribe en un pasado congelado e inexorable.
Este es también un principio que se encuentra en la psicología positiva: el individuo está lleno de recursos para afrontar la vida y tiene unas capacidades increíbles para afrontarla. Él puede recuperarse totalmente. El psicoterapeuta servirá como indicador de las fortalezas del paciente, pero no más…
Cuando hablo de resiliencia, muchas veces me preguntan si es algo innato o adquirido y si se puede desarrollar. Es importante saber que la capacidad de resiliencia está en cada uno de nosotros. No está reservado para gente “extraordinaria” y sobre todo se puede aprender.
Dos factores favorecen la resiliencia: el amor y el apego recibidos en nuestra infancia, que constituyen una base segura para el futuro Y nuestra capacidad de mirar el trágico acontecimiento, de tener una visión positiva de nosotros mismos y de gestionar nuestras emociones. Si no tenemos mucho control sobre el primer factor, creo profundamente que el segundo factor está en nuestras manos.
Pero, ¿cómo fomentamos la resiliencia?
– En primer lugar creando una sólida base relacional a nuestro alrededor con nuestra familia y nuestros allegadosque nos permita sentirnos apoyados. – Aceptando el cambio, en una u otra dirección. Todo es posible sí, lo peor pero también… lo mejor. No hay evolución sin cambio.
– Mirando las situaciones de “fracaso” no como errores, sino sobre todo como experiencias.
– Enfrentarnos a una situación angustiosa puede darnos la impresión de que estamos en un callejón sin salida. Sin embargo, siempre hay que tener en cuenta que las cosas van cambiando y hacer lo posible por mirar una situación desde otro ángulo, en su totalidad y así ganar altura.
– También se desarrolla la confianza en los propios recursos: observar cómo nos hemos recuperado en momentos difíciles nos permite darnos cuenta de que tenemos fortalezas y decirnos a nosotros mismos: “ay sí, he conseguido hacer esta vez para salir de ella”.
– Finalmente, reconocer, aceptar y expresar tus emociones puede ayudar a desarrollar la resiliencia. No hay nada más contraproducente que luchar contra una emoción, alejarla y embotellarla. Volverá a estar vigente un poco más tarde, de una forma u otra. Tenemos derecho a llorar, tenemos derecho a sentirnos mal y tenemos derecho a decirlo. Permitirlo nos permitirá un renacimiento.
Porque la energía perdida luchando contra nuestras emociones negativas, contra traumas pasados, contra tristezas, decepciones o recuerdos negativos, representa energía desperdiciada.
Una energía que podemos poner en reconstruirnos y emprender acciones que correspondan a nuestros verdaderos valores.
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